Comentario
La crisis de la decimocuarta centuria provocó en la Europa cristiana una notable fractura demográfica. Ahora bien, la faceta más espectacular de la incidencia de la crisis en el terreno demográfico, por cuanto suponía una desestructuración del tejido socio-económico existente, fue el creciente abandono de entidades de población, lugares que en un momento dado quedaban vaciados de sus ocupantes y por lo tanto convertidos en despoblados. Un documento del año 1365, por mencionar un ejemplo entre otros muchos, afirmaba que la aldea francesa de Saint-Just, cercana a la ciudad de Burdeos, llevaba casi veinte años desierta y sus casas derruidas, a causa de la guerra y sobre todo de la peste negra. Los despoblados, término castellano equiparable a los wüstungen alemanes, villages desertés franceses o lost villages ingleses, constituyen un tema historiográfico apasionante, estrechamente conectado al mundo de la arqueología. Al fin y al cabo ha sido el desarrollo de esta última disciplina, convenientemente auxiliada por técnicas como la fotografía aérea, el que más ha contribuido a profundizar en el conocimiento de los lugares abandonados.
Ciertamente, los despoblados no son un fenómeno exclusivo de la época que analizamos, toda vez que han sido compañeros inseparables de la propia historia de la humanidad. Pero es indudable que en determinados periodos han tenido un mayor protagonismo, lo que obedece a su conexión con las circunstancias generales de la época de que se trate, en particular las de tipo demográfico, económico y social. Así las cosas, resulta lógico poner en relación el incremento de los despoblados que se observa en la Europa de los siglos XIV y XV con la crisis que se desató en la primera de las centurias citadas. Es preciso advertir, no obstante, el actual descrédito de la vieja hipótesis que establecía una relación directa, de causa a efecto, entre las mortandades y el abandono de un determinado núcleo de población. Los despoblados no surgen, habitualmente, de la noche a la mañana, sino a través de un proceso, con frecuencia sumamente lento. La presencia de una peste mortífera puede ayudar al abandono de un lugar, pero difícilmente es la causa directa del despoblado. Por lo demás, los factores decisivos en la despoblación suelen ser preferentemente de naturaleza económica, en particular la pobreza de los suelos del propio término. Pero también pueden obedecer pura y simplemente a la puesta en marcha de una política de reordenación del poblamiento en una comarca dada, aspecto este último relativamente frecuente en el siglo XV, y que se hallaba ante todo en función de la reconstrucción agraria de la época. En todo caso es conveniente huir de las visiones catastrofistas que con tanta profusión se han difundido a propósito de los despoblados de los siglos XIV y XV. No hemos de olvidar, por otra parte, que en diversas ocasiones los abandonos de entidades de población tuvieron un carácter ocasional, volviendo a ser ocupadas las aldeas veinte o treinta años mas tarde.
Uno de los países mejor estudiados, en lo que a los despoblados de fines del Medievo se refiere, es Alemania. Las cifras globales que conocemos son sencillamente aterradoras: de unos 170.000 núcleos rurales existentes a comienzos de la decimocuarta centuria, alrededor de 40.000 se hallaban abandonados apenas dos siglos más tarde. El desglose regional de las pérdidas oscila entre un 10-15 por 100 de despoblados en el valle del Rin, Alsacia o Pomerania y el ¡66 por 100! en Turingia. Gran Bretaña perdió, por su parte, entre un 20 y un 25 por 100 de sus entidades de población en los siglos citados, aunque en Norfolk, Suffolk o Yorkshire esa proporción fue más elevada. En Italia el mayor número de despoblados se localiza en el sur y el centro, en donde quizá alcanzó el 25 por 100, pero en Toscana o Lombardía sólo se registra un 10 por 100 de abandonos. En Francia, por el contrario, parece que los despoblados fueron notoriamente inferiores, pese a haber sido su territorio el teatro de operaciones por excelencia de la guerra de los Cien Años. Los despoblados franceses llegaron al 10 por 100 en Normandía, una de las regiones más afectadas por la guerra con los ingleses, pero se sitúan por debajo de ese porcentaje en otras regiones, como el Languedoc, la cuenca de París o el Bordelais. Tales son, en sus grandes líneas, los resultados alcanzados hasta el momento actual por las investigaciones llevadas a cabo sobre los despoblados bajomedievales de los principales países de la Cristiandad europea.
Los reinos hispánicos no fueron ajenos a este proceso. También hubo en la Península Ibérica numerosos abandonos de entidades de población en los últimos siglos de la Edad Media. El "Becerro de las Behetrías", texto confeccionado en torno al año 1352 por orden del monarca Pedro I y que se refiere al territorio de Castilla al norte del Duero, hace numerosas referencias a lugares abandonados. Veamos un ejemplo concreto: de la aldea de Estepar, situada en tierras burgalesas, se dice en dicha fuente que "desde la mortandad acá non pagan martiniega que se hyermó el dicho lugar". Como se ve, el texto en cuestión parece indicar que la peste negra, cuyos azotes se habían producido muy poco tiempo antes, pudo ser la causa de la despoblación de ese lugar. Esto llevó al investigador N. Cabrillana a comparar los datos del mencionado "Becerro" con otros procedentes del obispado de Palencia de unas fechas anteriores, concretamente de 1345. La conclusión de dicho investigador era que en el susodicho obispado habían desaparecido, en unos pocos años (alrededor de siete), nada menos que 88 pueblos, de un total de 420, lo que suponía algo más del 20 por 100. Esos datos, no obstante, han sido rectificados por las mas recientes investigaciones, particularmente por razones de orden metodológico. Por de pronto en el citado "Becerro" el término mismo de "despoblado" no es muy preciso. ¿Cómo explicar, si no, que se digan cosas como ésta, a propósito de la aldea de Villavelasco, situada en la merindad de Campos, "en este logar non mora ninguno... salvo los quinteros del dicho García Pérez"? Es evidente que en Villavelasco la despoblación era, cuando menos, relativa. Asimismo, algunos núcleos de población no fueron incluidos en el "Becerro de las Behetrías" por omisión o por otras causas que desconocemos, mas en modo alguno porque hubieran sido abandonados por sus antiguos ocupantes. Pese a todo es innegable que las mortandades de mediados de la decimocuarta centuria fueron un importante aldabonazo en el proceso despoblador.
Diversas fuentes de información sitúan en los años medios del siglo XIV el momento culminante del abandono de lugares. La aldea soriana de Torre de Ambril, se decía hacia el año 1370, fue granja en tiempo de la regularidad pero hoy es despoblado. Corneja, aldea perteneciente al cabildo catedralicio de Toledo, según un documento del año 1378, "esta despoblado por rrason de las guerras et de los tienpos muy fuertes que fasta aqui han pasado". Pero el remate final del proceso despoblador podía acontecer años más tarde. Tal sucedió con la aldea de Fuenteungrillo, en tierras vallisoletanas, que aparece mencionada con toda normalidad en el "Becerro de las Behetrías", pero en 1404 ya estaba abandonada, a juzgar por lo que se lee en un documento de ese año: "el dicho lugar de Fuentes de Angruillos... fueron otro tiempo casas pobladas". Por lo demás, también en tierras hispánicas hay testimonios de lugares que fueron abandonados sólo de forma temporal. Veamos un ejemplo, procedente de las tierras riojanas: en 1387 el abad del monasterio de Santa María de Nájera daba autorización a los vecinos de la aldea de Ciruelos, abandonada años atrás por las penalidades que habían tenido que soportar sus moradores, para que regresaran al lugar citado.